Por Felipe Vega, fundador y director general de CECANI Latinoamérica, empresa de capacitación para asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas.

Hoy la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) se consolida como una disciplina esencial para las empresas que buscan integrar el bienestar social, ambiental y económico en su modelo de negocio.

Así, las organizaciones no solo se enfocan en el rendimiento financiero, sino que asumen su rol transformador frente a los retos globales. Las iniciativas que destacan este año son aquellas que se alinean con los objetivos de desarrollo sustentable (DOS) y promueven un impacto positivo.

Así demuestran que los intereses corporativos y el desarrollo social no son antagónicos.

La RSE, ahora, va más allá de la filantropía y las donaciones. Se convierte en un componente estratégico de sustentabilidad y en las organizaciones prioriza la creación de valor compartido. Entonces suele adaptar sus procesos para ser más inclusivas y respetuosas con el entorno.

La innovación social, el trabajo en alianzas intersectoriales y la transparencia se convierten en pilares fundamentales de estas iniciativas.

En este contexto, las empresas están implementando acciones para generar un cambio tangible en las comunidades y a nivel medioambiental. Cada vez más, se observa que la integración de estos proyectos no solo mejora la imagen corporativa, sino que también contribuye a una mayor eficiencia operativa, fidelización de clientes y retención de talento.

La RSE, entonces, no es solo un compromiso ético, sino una ventaja competitiva. Esto es aún más perceptible entre los consumidores de las generaciones Milleniall y Z, que privilegian las marcas correlacionadas con la responsabilidad social. Se vuelven imperativos en el mercado los criterios RSE.

Ahora, RSE es un proceso, no un resultado. Implica distintas acciones que pueden resumirse como mapear, definir, integrar y atraer.

La primera fase, la de mapear, se refiere a considerar que las partes interesadas (stakeholders) tienen un juego y a partir de ahí construir las metas que impacten los resultados en cada una de ellas.

Otra acción esencial en este proceso es identificar los valores agregados esenciales y diferenciadores de la marca y evaluarlos comparativamente de forma regular y juiciosa.

La segunda parte del proceso, la definición, implica considerar saltos de altura y saltos de longitud. Es pensar sistemáticamente en las compensaciones RSE. También implica medir y evaluar.

La tercera fase, la de integración, es sincronizar RSE a las operaciones, dar seguimiento a las iniciativas para asegurar el impacto deseado y discernir que dice, y que no, los números sobre RSE.

Finalmente, la atracción, es utilizar los compromisos RSE para afinar la estrategia y mostrar a los inversores la propuesta de negocios.