La infancia de la diputada Mónica Caballero Garci-Crespo parecen ser la razón de la desmedida ambición que ha mantenido por años en el juicio hereditario por los 200 millones de pesos de la herencia de la Señorita Socorrito Romero Sánchez.

Al parecer la infancia de la diputada Garci-Crespo fue un tanto caótica y le dejó ciertas huellas de rechazo que marcaron no sólo sus primeros años de vida, también las acciones presentes de la política. Un afán de protagonismo siempre acompaña a la Diputada porque no puede tolerar la idea de quedar por fuera del testamento de quien jura y perjura que es su tía.

Un conflicto de muchos años atrás es la pelea hereditaria, comenzó desde el 2016. Además, los resentimientos familiares son mucho más antiguos. Sea su sobrina biológica o no, la Garci-Crespo convivió en sus primeros años de vida con la Señorita Socorrito y con otros integrantes de la familia. Recordemos que por muchos años, la política fue la hija no reconocida de Francisco Romero Bringas. Fue hasta la investigación que el grupo de abogados llevó a cabo que se descubrieron los otros registros de nacimiento de la Monina.

Por otro lado, la estructura familiar de Mónica Caballero fue siempre inestable, pues su madre, la Señora Garci-Crespo Rama se casó múltiples veces y enviudó otras tantas. Por lo que habría que preguntarse cuánto refuerzo emocional y reconocimiento tuvo de su núcleo familiar, pero por lo que dejan ver las evidencias, no fue mucho.

Pareciera que la política carga en sus espaldas un gran rechazo que ha llenado mediante el poder político que hoy ostenta y su desmedida ambición. También es cierto que la Señorita Socorrito se alejó paulatinamente de la diputada, en la medida que ella fue creciendo porque sus valores éticos fueron siempre diametralmente opuestos. La diputada vivía bajo una moral ligera; todo lo contrario a la Señorita.

Si la Señorita decidió no dejarle parte de sus bienes, nada puede hacerse al respecto más que aceptar y respetar su última voluntad. Si la Monina asume esta decisión como otro rechazo “familiar”, es por sus conflictos de infancia no solventados. Sus programas psicológicos dirigen su vida y, de paso, afecta los derechos y libertades de terceros.