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SALUD LABORAL/ Silencio por favor

Por Joana Elizabeth Salinas, Directora de Recursos Humanos de Coperva y Psicopedagoga especializada en salud laboral.

Mientras el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) pidió que se preste una «mayor atención» a problemas como la contaminación acústica en las ciudades, que se está convirtiendo en una amenaza para la salud pública mundial, en los entornos de trabajo es un problema desatendido.
Sin embargo, existe un creciente riesgo de enfermedades zoonóticas desde 2017.
Los sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel de tráfico rodado, ferrocarriles o actividades de ocio menoscaban la salud y el bienestar humano. Esto incluye molestias crónicas y trastorno del sueño, lo que resulta en enfermedades cardíacas graves y trastornos metabólicos como diabetes, discapacidad auditiva y lesiona la salud mental.
Los niveles de ruido aceptables se superan en muchas ciudades del mundo, como Argel, Bangkok, Damasco, Islamabad o Nueva York. Tal perturbación acústica también amenaza a los animales, pues altera las comunicaciones y el comportamiento de varias especies, incluidas aves e insectos.
En el ambiente laboral, la exposición al ruido puede ocasionar la pérdida de audición, aumentar el estrés y multiplicar el riesgo de sufrir un accidente.
Por lo general, la pérdida auditiva como consecuencia del trabajo es provocada por una exposición prolongada a ruidos intensos. Su primer síntoma suele ser la incapacidad para escuchar los sonidos de tono alto. A menos que se resuelva el problema que plantea el exceso de ruido, la capacidad auditiva de la persona se deteriorará hasta llegar a tener problemas para detectar los sonidos de tono más bajo. Normalmente, este fenómeno se produce en ambos oídos.
El ruido también puede provocar acúfenos o sensaciones de timbre, zumbido o explosión que se sienten en los oídos. Una exposición excesiva al ruido aumenta el riesgo de sufrirlos. Si el ruido es de impulso (por ejemplo, una detonación), el riesgo puede aumentar de modo considerable. El acúfenos puede ser el primer indicio de que el ruido daña ya el oído.
Por otra parte, algunas sustancias peligrosas son tóxicas para el oído. Los trabajadores que se ven expuestos a algunas de estas sustancias y a ruidos sonoros corren un mayor riesgo de sufrir daños auditivos.
Algunos disolventes orgánicos, como el tolueno, el estireno y el disulfuro de carbono son sustancias tóxicas para el oído y se emplean en diversas industrias como la del plástico, artes gráficas y producción de pinturas y lacas.
Sin embargo, el ruido en el lugar de trabajo representa un factor crucial del estrés laboral. Y éste desencadena infinidad de problemas que afectan la salud auditiva de los trabajadores, pero también la mental.
El ruido, llamado también el “asesino estridente” socava tranquilidad, concentración y productividad. Y a veces no sólo basta eliminar el ruido de altos decibeles, pues incluso el sonido intermitente del aire acondicionado puede afectar el ambiente laboral.
<Necesitamos silencio para trabajar, pensar y decidir.

 

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Mujeres afganas celebran 8M en silencio bajo el yugo talibán

Las afganas celebran este martes el Día Internacional de la Mujer bajo la mirada amenazadora de los talibanes, que han detenido y silenciado a activistas desde que se hicieron con el poder en agosto.

Los talibanes han hecho retroceder dos décadas los logros para las mujeres, a las que han excluido del empleo público, les han prohibido viajar solas y les han ordenado vestirse según una estricta interpretación del Corán.

Nos han quitado tanto el cielo como el suelo», lamentó una activista del Grupo de Unidad y Solidaridad de la Mujer, que pidió no ser identificada.

Aunque los talibanes han prometido una versión más suave del duro régimen islamista que caracterizó su primera etapa en el poder, entre 1996 y 2001, fueron introduciendo restricciones, si no a nivel nacional, sí a nivel local, según la voluntad de los funcionarios regionales.

Si le preocupan los derechos de las mujeres, en cualquier parte del mundo, debería observar Afganistán con profunda alarma», señaló Heather Barr, de Human Rights Watch.

En la cara de la comunidad internacional

Barr alertó sobre lo rápido que se ha retrocedido en los avances de los últimos 20 años y lo poco que ha hecho la comunidad internacional para defender a las mujeres afganas.

Al principio, algunas mujeres afganas se opusieron a las restricciones de los talibanes, celebrando pequeñas manifestaciones y protestas en las que exigían el derecho a la educación y al trabajo.

Pero los talibanes no tardaron en cansarse y detuvieron a varias de las activistas, manteniéndolas incomunicadas aunque negando que hubieran sido detenidas.

Desde que fueron liberadas, la mayoría guardó silencio, aunque los talibanes distribuyeron vídeos de algunas en los que confesaban que habían sido animadas a protestar por activistas en el extranjero y que eso les ayudaría a conseguir asilo.

Varias ONG dijeron que las supuestas confesiones fueron forzadas, y las calificaron de «videos de rehenes».

Los talibanes al menos reconocieron el Día Internacional de la Mujer, y el Ministerio de Exteriores lo calificó de «auspicioso», asegurando que proporcionarían a las mujeres «una vida honorable y beneficiosa a la luz de la noble religión del Islam y de nuestras tradiciones establecidas».

Protestas prohibidas

Zabihullah Mujahid, el principal portavoz de los talibanes, tuiteó que el día era «una gran oportunidad para que nuestras mujeres afganas reclamen sus legítimos derechos», a pesar de que las protestas están prohibidas, a menos que se conceda un permiso.

Poco después de tomar el poder, el nuevo gobierno suprimió el Ministerio de Asuntos de la Mujer, sustituyéndolo por su temida policía religiosa, el Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio.

Detrás de los muros del gran complejo de Naciones Unidas en las afueras de Kabul, una exposición organizada conjuntamente por la ONU y la Cámara de Comercio e Industria de Mujeres Afganas mostraba productos fabricados por empresas locales propiedad de mujeres.

Es una esperanza y algo positivo», dijo Tayeba Mashal, de 47 años, propietaria de una empresa que lleva su nombre.

Tenemos la esperanza de que las mujeres que se esconden en sus casas por el miedo a la inseguridad se levanten de nuevo en la sociedad, retomen su trabajo y reanuden sus actividades», declaró.