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TENDENCIAS/ Los clientes de los que rehuimos

Por Alejandro Mendoza, cazador de tendencias tecnológicas, creador de la APP Guido y Director de Splash.

Sólo existen dos tipos de clientes: los positivos que ayudan a crear productos que otros consumidores disfrutan más y generan más ingresos y en el extremo opuesto aparecen los compradores “pesadilla”. De ellos les hablaré ahora.
Sabemos que sólo el 40% de los nuevos productos aún están en las tiendas tres años después. Las posibilidades de éxito de un producto dependen no solo de cuánto se vende, sino también de quién lo compra. El hallazgo sorprendente es que cuando las ventas aumentan en un segmento de consumidores “pesadilla», entonces es más probable que el nuevo producto falle. Este hallazgo contradice casi todas las métricas de éxito de nuevos productos: ¿Cómo pueden más ventas indicar que su producto está a punto de fallar?
Los clientes pesadilla se sienten extrañamente atraídos por productos que nunca se pondrán de moda como Diet Crystal Pepsi o Frito Lay Lemonade.
Se trata de clientes que tienen gustos únicos, preferencias que podrían no ser habituales o representativas de la población general. Cuando realmente les gusta un producto, extrañamente sólo atrae a un grupo reducido de clientes.
Esto podría explicar por qué tantos productos fallidos llegan a las tiendas en primer lugar. En los estudios de mercado previos hubo quienes aseguraron que les fascinaba el producto. Pero la pregunta clave es: ¿qué tipo de clientes dijeron que les encanta?»
Aunque otros clientes pueden darle una oportunidad a un nuevo producto, y de hecho, las ventas iniciales de productos fallidos a menudo son razonablemente fuertes y tienen un rendimiento inferior al de los ganadores, eventualmente la base de clientes disminuye hasta que solo queda el pequeño grupo de clientes con gustos de nicho. Y eso no es suficiente para sostener el producto a largo plazo.
Para eliminar los productos de nicho antes de que aparezcan en las tiendas. Lo más obvio es que las empresas deben preguntar a los clientes no solo si comprarían el producto en cuestión, sino qué otros productos compran regularmente. A quien tenga gustos convencionales se le debe prestar atención.
La razón es muy simple: los consumidores con gustos muy especiales son un grupo reducido, que no podrá soportar las ventas masivas requeridas para que un nuevo producto se sostenga en el mercado. El plazo más corto que debe permanecer un producto en los anaqueles es de tres años. Y el 70% de las innovaciones sólo permanece en los pisos de ventas tres semanas.
Entonces, el gran reto, es discernir entre consumidores positivos o “normales” y aquellos exóticos o raros que privilegian un producto. Más aún: los mercadólogos alertan que si cautivas a uno de esos clientes, es el signo inequívoco de que fracasará en el mercado.
L pregunta clave es adentrarse en la canasta de compras de nuestros encuestados: ¿qué otros productos lleva? La normalización es la clave para determinar la viabilidad de los productos innovadores.

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Fortalecer o destruir la reputación de personas o marcas es la clave

Se fortalece en México un negocio que crea o entierra la reputación de empresas, partidos políticos o marcas dice Alejandro Mendoza, cazador de tendencias tecnológicas y CEO de Splash.

“Para ello las granjas de bots se valen no sólo de exageraciones, también de mentiras y ataques. Va más allá de la tecnología. Emplea criaturas cibernéticas, humanos con poder tecnológico, Big Data e Inteligencia artificial”, menciona el creador de la APP Guido.

Pero los operadores no son temibles, son trabajadores en condiciones precarias y sueldos bajos que ignoran la enorme maquinaria que operan, menciona Mendoza y asegura que en entornos de gran incertidumbre como pandemias o guerra, prolifera la violencia real y cibernética”, dice el experto en tecnología.

“Para crear las guerras digitales no se necesita de convicciones o ideales, sólo tener intereses económicos”, menciona Mendoza.

De 2019 a la fecha la demanda de bots aumentó 300% en México, dijo el creador de Guido. Estos bots son cuentas automatizadas que hacen tareas mecánicas, generalmente distribuir spam, correo electrónico no solicitado que se envía a un gran número de destinatarios con fines publicitarios o comerciales.

“Otra función es retuitear mensajes con determinadas palabras o repetir el mismo mensaje con distintas cuentas cuando aparecen ciertos hashtag o etiqueta con palabras claves”, refiere Mendoza.

Las guerras cibernéticas también emplean los perfiles falsos o cuentas con nombres inventados y fotos robadas, manejadas por personas reales. “La técnica de sockpuppeting, como se le llama, presenta gran demanda entre políticos y movimientos sociales. También es muy usual para justificar acciones reprobables como guerras o violencia”, menciona el directivo de Splash.

Aunque las guerras digitales se utilizan comúnmente en las campañas políticas, también comienzan a popularizarse en las marcas de la Iniciativa Privada. “La evolución natural de ambos es el ciborg o criatura cibernética compuesta de un perfil falso y semiautomatizado que contamina las redes y se cría en las granjas de trolls”, asegura el cazador de tendencias tecnológicas.

Las granjas de trolls, explica Mendoza, son una especie de call centers donde cientos de personas crean, manejan y monitorizan cientos de miles de cuentas cyborg. No son hackers, porque no hace falta. No necesitan ser programadores, solo manejarse en las redes y gestionar un enjambre de cyborgs en distintas misiones.

Pero a raíz de la pandemia de Covid-19 se impulsan ya herramientas como la Inteligencia Artificial y el Aprendizaje Acelerado para sustituir a los operadores que tenían condiciones de trabajo malas y sueldos muy reducidos, comenta Mendoza.

Los instrumentos de las guerras digitales se emplean para generar interés en torno a un nuevo producto, se buscan espacios de interés y producen cientos de comentarios positivos y  los disemina rápidamente por medios, foros y tiendas online, comenta el directivo de Splash.

“Si el cliente quiere deshacerse de la competencia, el enjambre hace el mismo proceso, sólo que ahora en lugar de exaltar difama. El enjambre ataca en grupo: los perfiles falsos se enlazan y se dan la razón unos a otros, tanto para defender un producto como para destrozar a un rival. Ahí emplean abusos verbales o acaban con un tema a base de provocación, aseguró el experto en tecnología».