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ABANICO/ Encuentros cercanos

Por Ivette Estrada

Casi al concluir el año inicia un nuevo ciclo. Es una pausa inevitable para analizar proceder, logros y redefinir metas. De una manera casi imperceptible se visibilizan pensamientos y acciones emprendidas y omitidas. Es una especie de auto renovación orgánica.
Imposible sustraernos de esta auto reflexión en la que nuestra percepción discierne entre lo que es o no importante en nuestra vida, de ahí que sea un tiempo predilecto para cerrar ciclos y abrir oportunidades.
Los designios externos no interesan. Las malas noticias son imperceptibles para nuestro espíritu o conexión con lo divino. De alguna manera la mente, que algunos llaman alma, logrará encontrar soluciones a palabras tan abstractas y carentes de sentido para nuestra esencia, por inverosímil que parezca.
El mundo atroz que a veces se dibuja no es trascendental para cada uno de nosotros. Es sólo parte de un escenario en el que nos movemos. Lo que si logra impactar lo que somos y la manera en la que pensamos y actuamos es el autoconcepto: ¿amo a la persona que soy, que avances significativos tengo, ya definí el rumbo que deseo tomar? Las respuestas si impactan nuestra realidad.
Durante el fin de año aparecen múltiples actividades de cumplimento, desde métricas de desempeño laboral a expectativas familiares y roles sociales. Esa vorágine puede propiciar caos si no existe un manejo efectivo, por ello muchos optan por marcar un alto con una gripe, por ejemplo, para desdeñar reuniones o actividades sin sentido.
La euforia real o ficticia que prevale en los fines de año precisa una pausa, lo sepamos de manera consciente o no. Al acercarse el año nuevo, “otra vuelta al sol”, le llaman algunos, nos enfrentamos al espejo.
¿A quién vemos?, ¿es lo que queremos?, ¿somos felices o nos fallamos a nosotros mismos? Ese encuentro cercano nos permite reflexionar en lo que pensamos, en las percepciones más significativas de quiénes somos, qué hacemos, para qué y qué queremos lograr. Pero también nos permite reflexionar sobre las personas que están ahora en nuestra vida y quienes se fueron. No hablo de quienes trascendieron o están en el cielo, sino de aquellos que dejaron de involucrarse en nuestro día a día.
En este autoanálisis también la parte material juega un rol primordial: ¿tenemos lo que queremos, invertimos en algo importante para nosotros o despilfarramos dinero y recursos en actividades superfluas?
El autocuidado no puede desdibujarse. El estado de salud y confort propio es trascendental para la vida. Pero más allá de todo ello, la consciencia nos despertará a lo verdaderamente esencial: ¿cuál es la conexión que tengo con la Divinidad, es mi Dios benévolo y comprensivo, converso lo suficiente con él, logro escuchar su voz en medio de la cotidianeidad y el caos?
Es momento de orar. De agradecer lo que poseemos y perdimos, de reflexionar sobre la grandeza de quienes nos precedieron en la vida, de invocar la sabiduría universal en las acciones cotidianas y observar la magia hasta en lo más nimio. Es momento de saber que el universo es nuestro hogar y Dios, cualquiera que sea el nombre que le demos, está siempre con nosotros. Esa es la única manera de iniciar un nuevo ciclo y enfrentarnos con felicidad a quiénes somos.
La espiritualidad es el encuentro cercano. Gracias por leerme.

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ABANICO/ El poder no imaginado

Por Ivette Estrada
Desentrañemos el empoderamiento: No es algo que alguien nos da. Es una pertenencia intrínseca.
En tiempos en gran incertidumbre y volatilidad como el que ahora vivimos, cada vez nos volvemos más conscientes del poder interno y del profundo sentido de responsabilidad como fuente de resiliencia, pero también de automotivación y sensación de logro. Esto incide necesariamente en lo que consideramos poderoso y valioso. Existe una reconfiguración trascendental, aunque aún no admitida a nivel profesional.
En general, cuando comenzamos una carrera profesional, la directriz general que recibimos es: “sigue tu pasión”. Pero las incipientes incursiones en el mundo laboral no son bastante fuertes o notables para seguir este consejo. Sin embargo, a medida que avanzamos, encontramos que el sentido de responsabilidad es lo que nos impulsa. Esto va más allá de un ingreso pecuniario.
En la medida que más nos comprometes a generar determinados logros, mayores recursos encontramos para ello. Ese es el camino certero, no una mítica y nebulosa pasión. Incluso ésta sobrevendrá al compromiso y no a la inversa.
En una sociedad altamente consumista como la nuestra, nos acostumbramos a la facilidad e inmediatez de todo. Creemos que los grandes bienes y satisfactores están al alcance de un clic. Antiguos valores de nuestros precursores de vida, como el trabajo arduo y los desafíos continuos, se desestiman.
Sin embargo, una mentalidad hecha con simplismos y transacciones veloces sólo nos conduce a grandes vacíos. Nuestro verdadero poder se evapora y restringe a lo que “otro” – llámese jefe, empresa o cliente- nos otorga. Se trata de un paternalismo deleznable: la noción de dádiva sobre la meritocracia o esperar fortuitas dádivas.
Olvidamos que alguien puede “darnos” un puesto de trabajo y una tarea específica, pero como todo lo que realmente vale, sólo nosotros podemos dotar de importancia, trascendía y valía lo que hacemos y la manera en la que lo ejecutamos.
Nuestro poder en el trabajo está en la propia percepción. Responde a cuestiones trascendentales de porqué hacemos determinada cosa, para qué y cómo.
Aunque a lo largo del tiempo nos sumimos en un complaciente mutismo de relaciones transaccionales “hago esto por tal cosa”, el confinamiento pandémico nos alertó sobre el empleo del tiempo, la vida y la noción de valor y trascendencia. De manera insólita tuvimos que enfrentarnos a discernir sobre aquello que realmente nos importa y lo que no es aí. Parte de este proceso de concientización es la gran renuncia silenciosa que ahora se vive.
Entonces el camino se bifurca: el desencanto y la inercia, por una parte, o un papel trascendental y activo que re dignifica las actividades diarias y les otorga valores no imaginados al analizar cómo trascienden o en qué se convierten. Sólo de nosotros depende mirar el trabajo de manera diferente: asumir que somos sólo una tuerca en un enorme engranaje y hacemos una “chamba” o nos convertimos en gestores de realización y cambios al trabajar.
Vivimos un momento trascendental. Tenemos la oportunidad de vivir con un gran sentido diversas experiencias de vida. El trabajo puede ser ya, desde este momento, algo tan importante y trascendental como el amor para darle sentido a nuestra existencia. Estamos en pos del verdadero poder, aquel que nadie te puede dar, pero tampoco quitar o disolver.

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ABANICO/ México, geografía de desigualdades

Por Ivette Estrada

En México, hechos fortuitos marcan el destino. Si se nace en una región pobre del sur, como Chiapas, Guerrero o Oaxaca, las opciones de ascender económica y socialmente, movilidad le llaman, son exiguas.
Si eres mujeres, tus oportunidades se reducen significativamente y tiendes a ser más prejuzgada por tu apariencia física. En un país de mestizaje, paradójicamente la piel morena implica menos oportunidades laborales. También el sobrepeso.
Mujeres en la veintena y casadas, además, son castigadas en el mercado laboral que asume una pronta maternidad y por ende, se les niegan oportunidades de contratación. México es un país surrealista y lleno de estigmas.
Raymundo Miguel Campos Vázquez, Doctor en economía por la Universidad de Berkeley y autor de Desigualdades, genera un retrato de nuestras asimetrías, costumbres y credos que segregan y disminuyen potenciales en todas las esferas de la vida.
A través de cambiar la fotografía en las hojas de vida se detectaron los sesgos no admitidos en a quién damos las oportunidades laborales. Una cifra dada a conocer por Campos Vázquez resulta muy reveladora: lograr transitar del 20% de los estamentos más pobres al 20% de los más favorecidos, en economías desarrolladas como Canadá, tienen una probabilidad de 11%. Esta reduce hasta 2.5% en México.
Los costos de la discriminación son muchos: reducimos de manera significativa el potencial de personas y comunidades, se reduce la competitividad y oportunidades de mercado. La estigmatización no sólo afecta a las víctimas de los sesgos, sino a sociedades completas.
Discriminar es cortar de tajo el potencial. Es limitar habilidades y logros, reducir de forma significativa ideas y soluciones. Restar.
Por ello, de acuerdo a Campos Vázquez, investigador del Colegio de México, “se requiere mayor intervención del Estado. Establecer diferentes políticas en la regulación y supervisión del estado laboral e incidir en políticas públicas donde se cuente con mejores servicios e infraestructura en áreas marginadas o con poco desarrollo”.
La Iniciativa Privada, por su parte, tiene un largo camino que recorrer para acortar las desigualdades en México. “Las acciones pueden ser simples pero contundentes, como eliminar la fotografía en los CV de reclutamiento y selección. También establecer cuotas de género en puestos claves, por ejemplo”, comenta el investigador.
En las familias la desigualdad puede generarse a través de un trabajo más equitativo de las labores hogareñas, dice el economista.
También establecer climas de confianza y reconocimiento a los logros de cada uno de los miembros de la familia, sin importar género, edad o apariencia puede eliminar asimetrías. Si desde nuestra casa nos acostumbramos a un trato igualitario y equitativo, podemos asumir más retos e incidir positivamente en la vida pública.
A pesar de que visibilizar la desigualdad es crucial para limitarla, hay una pregunta que ronda la propia conciencia ¿en qué momento y por qué asumimos que otro es más o menos que uno? Y en medio de esa interrogante, gigante e hiriente, es posible escuchar aún ahora la voz de mi abuela Angelita: “todos, absolutamente todos, somos hijos de Dios”. Habrá que reconstruir esa verdad en el día a día.

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ABANICO / Indiferencia: el alto precio de callar

Por Ivette Estrada
El silencio tiene un alto costo para las marcas. Aquellas que decidieron “callar” y abandonar la interacción con sus públicos durante la pandemia, hoy tardarán hasta 4.5 años en recuperar el posicionamiento de mercado que tenían antes de 2020. Hoy, quienes desestiman los problemas sociales, se vuelven irrelevantes para los consumidores.
Aunque a nivel global reconocemos que deseamos trabajar en una empresa alineada a nuestros valores de vida, también tendemos a privilegiar marcas con objetivos alineados a los nuestros. La incógnita es: ¿por qué las empresas no dejan clara su postura sobre temas sociales relevantes?
El 55% de las marcas no divulga su postura sobre problemas que afectan a la sociedad. Paradójicamente, las audiencias claves esperan que el CEO de la empresa si comunique su postura sobre temas sociales relevantes.
La respuesta es que las marcas evitan la confrontación, sobre todo en mercados altamente polarizados. Se detecta un apasionamiento tal, que hoy es factible entablar peleas verbales aún en la mesa. Entonces, las marcas enfrentarán un campo minado político si no tienen cuidado.
Sin embargo, el silencio genera una percepción de alejamiento, indiferencia o frialdad.
La disyuntiva es clara: ¿hablar o callar? ¿Hablar! Y para ello deben considerarse posiciones sociales y de política pública que podrían ser estratégicas e inteligentes. Sin embargo, las marcas tratan de determinar si deben hablar y cuándo, sino que también analizan si tienen o no la autoridad y la capacidad para hacerlo.
Es decir: Las marcas son muy conscientes de que emitir declaraciones sin respaldarlas con cambios reales, pueden ser despreciadas por «lavado de propósito» o «señalización de virtud», lo que comúnmente tildamos de hipocresía. Hoy, más que nunca, se fortalece la tolerancia cero para los gestos no respaldados por la acción. Lo que está en juego es la reputación, el bien que representa hasta el 60% del valor de una marca.
Por ello, incluso las empresas con mayor conciencia social tienen cuidado con las posturas de defensa sobre ciertos temas.
Callar, sin embargo, implica adentrarse a un mercado indiferenciado, débil, anodino y sin personalidad. Las marcas con tales estigmas tendrán hasta 60% más de problemas para destacar en los anaqueles y pisos de ventas.
Así, conviene preparar a los voceros de las organizaciones e institucionalizar en qué casos tomar una postura social y cómo abordarla.
Existen marcos para las crisis «tradicionales» como los problemas operativos, mala conducta ejecutiva, incluso activismo de los accionistas. Pero no existe aún una planificación de escenarios para elaborar estrategias sobre los riesgos, recompensas y respuestas con respecto a la comunicación de los valores de una marca.
Urge delinear las políticas de expresión corporativa. En tiempos de gran indefinición, polarización y recesión no debe prevalecer el silencio. Las mordazas autoimpuestas pueden dañar a grados no imaginados.

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ABANICO/ Santidad o placer

Por Ivette Estrada

Tendemos a dividir el mundo, personas y acciones en un simplista maniqueísmo: buenos o malos, blanco o negro, placer o pecado. Rara vez avanzamos por la línea intermedia o el umbral del equilibrio. Asumimos de manera errónea que no existen convergencias felices, que el bardo es una falacia.
Esto ocurre en todo. También en lo que ingerimos: nos desplazamos al placer organoléptico o rehuimos, como avezados penitentes, la carne. ¿Y si nos convertimos en flexitarianos? Abrazar la flexibilidad subyuga.
Resulta ser una invitación inusual, pero implica concientizarnos de lo que comemos y de la trascendencia que tiene nuestra elección en el efecto invernadero. Privilegiar comer más plantas, pero al mismo tiempo, no recortar ningún tipo de alimentos, es una opción que diluye la dicotomía santidad o placer. Es tener lo mejor de ambos mundos.
Comer alimentos de origen vegetal la mayor parte del tiempo, es ser flexitariano. Este tipo de dieta ofrece beneficios dramáticos para la salud, como un menor riesgo de enfermedad cardíaca y diabetes, también es una medida personal para combatir la crisis climática. Pero es flexible: la gente puede adoptar este régimen que acepta ingerir ocasionalmente la carne.
¿Qué quieres comer? Esa respuesta tiene infinidad de implicaciones no sólo sobre el propio organismo y la salud, sino también sobre las condiciones ambientales. Conforma nuestro entorno y, en gran medida, el mundo futuro. Resulta tan trascendente la dieta que da origen a múltiples corrientes de consumo. Estas son algunas de ellas:
Veganismo se refiere a una dieta totalmente basada en plantas sin carne, lácteos u otros productos animales. El vegetarianismo, en cambio, si admite lácteos y huevos, aunque no la carne. El pescatariano, en tanto, acepta la ingestión de plantas, lácteos y huevos, también pescado y otros mariscos, pero no de la carne.
El climatario, por otra parte, es elegir alimentos basados en reducir su huella de carbono, por lo que se evita la carne de res y cordero, mientras el reducetarian es disminuir al mínimo el consumo de carne en cualquier forma y el flexitariano, al que ya aludimos, implica una dieta basada principalmente en plantas, aunque ningún alimento está fuera de los límites. También se llama dieta vegetariana a tiempo parcial.
¿Por qué insistir en consumir vegetales? Porque una dieta basada en plantas sin procesar reduce el riesgo de enfermedades crónicas, como diabetes y enfermedades cardíacas. Incluso ciertos tipos de cáncer como el de colon y el de próstata. Incluso, puede revertir potencialmente las enfermedades cardíacas o diabetes.
La elección de nuestra comida no se limita al impacto en nuestro organismo: el sistema alimentario es responsable de un tercio de las emisiones globales que se emiten cada año, Esta estimación tiene en cuenta todo el ciclo de vida del cultivo y la producción de alimentos, incluido su transporte por todo el mundo.
Así, criar y alimentar grandes cantidades de ganado es el mayor contribuyente a la huella de carbono, y la carne de res es el alimento más intensivo en clima seguido de la de cerdo y aves de corral.
Ahora, los cambios graduales o «pequeños» en las dietas pueden lograr mejor la pérdida y controlar el peso en comparación con cambios más abruptos y drásticos en la dieta.
En suma: Ser menos rígidos en lo que consumimos nos permite seleccionar mejor, ser más amigables con el planeta y reafirmar nuestra noción de libertad y placer. Optar por la línea intermedia. Así que reitero: ¿quieres ser flexitariano?

 

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ABANICO/ Decisiones de la noche

Por Ivette Estrada

Noche es la caverna de reflexión, el espejo integral de quienes somos, la suma de lo inconfesado y secreto. Es enfermedad, dolor y reencuentro. El último vestigio de la energía y fuerza que poseemos.
En cada uno de nosotros existe un recurso limitado y paradójicamente desestimado: la energía. Sin embargo, cuando atravesamos un episodio de enfermedad y se hace evidente que debemos racionalizarla, es cuando discernimos en qué queremos ocupar nuestro tiempo y mente, con quienes queremos dialogar y que debemos volver insustancial.
Cada lapso de incapacitación, así sea por una ligera gripe, nos lleva a revaluar el espíritu vital, la fuerza que nos permite hacer trascendentales o nimias. Absolutamente todo está asociado a la energía o capacidad de actuar.
¿En qué gastamos nuestra fuerza? Muchas actividades, a la luz del reposo inducido nos obligan a replantear actividades y diálogos. Se trata de una tarea quizá no concientizada de prioridades de disfrute y vida. Es como quitar veladuras y adentrarnos en la esencia de personas y cosas.
¿Realmente esto me aporta? Y es posible que en tal reflexión podamos revaluar lo importante, necesario, prescindible y tóxico.
A medida que pasa el tiempo, encontramos que se limitan sensiblemente las actividades en las que perdemos el tiempo: amistades efímeras, tratos insustanciales, discusiones sin sentido, personas que no abonan a nuestro trazo de vida. En suma: nos volvemos selectivos de personas, momentos y emociones.
Algunos creen que la sabiduría aparece mágicamente con los años. Pero es posible que al limitarse la energía vital nuestro cuerpo y mente nos obligue a decidir mejor.
Quienes hemos estado postrados algún tiempo adoptamos una actitud de mayor cautela acerca de cómo vivimos. El despilfarro de recursos y energía ya no forma parte de lo que somos y queremos. Seleccionamos las conversaciones en las que nos enfrascamos, las actividades que realizamos, las emociones que deseamos experimentar. En suma: trazamos el modo de vida que conviene a nuestras expectativas.
La noción del tiempo, de su finitud, transforma los diálogos internos que entablamos. Ahí está la esencia de lo que vivimos, la criba de las experiencias, la manera en la que nos vemos.
Aunque parece contradictorio y absurdo, una enfermedad “cura”. Después de todo, se trata de una pausa. Y este interludio nos lleva a la auto concientización. El pretexto es la exigua energía que debe emplearse para algo válido e importante para nosotros, pero bajo ese pretexto subyace el quién soy y qué quiero, pero también cómo me comunico conmigo, que tan apreciado soy ante mi y cuánta dulzura o desprecio me tengo.
El soliloquio es la medida exacta del autoconcepto. En la medida que más se conoce a alguien o a algo más se ama. El silencio y la soledad, aseguran los místicos, es la llave a enfrentarnos con lo que somos, con aquello en lo que nos hemos transformado. Es crisol de creencias, valores, miedos, certezas y desatinos. Es lo que marcará nuestras experiencias.
Hablar con uno no sólo define cómo emplearemos el tiempo, con quiénes interactuaremos o la manera en la que asumiremos el amor, el valor, la honestidad y la vida misma. Es la conversación que traza ruta y destino.