Por Arturo Ortiz, CEO de CIPI Proteccion, empresa de capacitación integral de seguridad patrimonial, física y de datos

Hay una pesadilla continua en las carreteras de México, lugares donde cada año se roban hasta 300 millones de dólares en mercancías y se contabilizan hasta 20 homicidios de conductores anualmente. El delito crece 6.7% anual y la espiral de violencia asciende ante la impunidad al grado de que sólo existen tres compañías aseguradoras de mercancías en el país. Los 197 restantes decidieron no prestar el servicio.
Se aduce complicidad de las autoridades de los tres niveles de gobiernos con bandas de crimen organizado, pero también subyace la poca o nula capacitación para enfrentar al crimen en el sector de transporte de carga.
Entonces las cadenas de suministro se encarecen y el temor se apodera de la industria que representa el 84% de la movilidad de productos en México. El resto se realiza por ferrocarril.
En el Estado de México, Puebla, Guanajuato, Veracruz y Jalisco es común que delincuentes armados a bordo de hasta cuatro automóviles rodeen el tráiler y obliguen a los choferes a orillarse. Si tienen suerte, los “hombres-camión” sólo pierden la mercancía que transportan por contrato, pero con mayor frecuencia resultan heridos o muertos.
No en vano, hoy existe un déficit de 600.000 trabajadores en el sector que se rehúsan a conducir. Se arguye el rechazo de los transportistas a un nuevo requisito fiscal, pero la inseguridad es un secreto a voces en el sector.
Paradójicamente, tanto las empresas que emplean choferes para operar sus flotillas como los autónomos “hombres-camión”, como se es llama a quienes transportan por encargo, no están capacitados para custodiar mercancías en el 83.7% de los casos.
Así, aunque se conoce el modo de operación criminal, se ignora cómo reaccionar. Las bandas delictivas disparan al aire o en la dirección del chofer, pero también se disfrazan con uniformes de la autoridad para instalar retenes y obligar a los tráilers a detenerse. El factor sorpresa es una constante en este delito cuyo móvil es económico.
Aunque quienes delinquen interrogan al chofer qué carga trae, hacia dónde se dirige, si trae equipos de localización como GPS, si posee custodia y cuál es el valor de la carga, se trata de información que ya tienen los asaltantes. La decisión de robar o no un autotransporte ya está decidida de antemano. Existen traidores en el primer círculo.
Se dice que en el 90% de los casos los criminales ya obtuvieron información previa de la carga, rutas, medidas de seguridad y otros datos esenciales previos. Es una hipótesis que las autoridades no se atreven a comprobar.
Mucha de la mercancía robada es la que se puede pulverizar en los mercados informales como son tianguis, mercados y hasta venta a través de redes sociales. Así, las cargas más robadas son alimentos y abarrotes seguidos de los materiales para la construcción, auto partes, refacciones automotrices y línea blanca.
El partido en el poder propuso crear una fiscalía especializada en ese delito. La solución más pragmática, sin embargo, es la capacitación a los custodios de mercancías, incluidos los “hombres-camión”. Tal vez esto frenaría el éxodo de choferes a Estados Unidos para moverse a carreteras que no los amenacen continuamente