PULSO

 

Eduardo Meraz

El que se ríe, se lleva, reza el refrán popular, pero el habitante temporal de Palacio Nacional, principal ofensor y burlón de los demás, ya no aguantó vara y en una interpretación a modo, se dice víctima de violencia por razón de género.

Mientras él golpeaba, denostaba, ofendía y descalificaba a los demás, a quienes no comparten su ideas, ocurrencias y caprichos, todo eran risas y algarabía pues además lo hacía y hace desde la posición privilegiada de titular del poder ejecutivo.

Ahí, la investidura se daba vuelo, con el respaldo de sus huestes. Sin embargo, hoy, cuando el final de su mandato se acerca ya, gimotea desconsolado porque las críticas y los cuestionamientos a su labor al frente del país tienen el mismo tono y modito por él empleado.

Después de casi cinco años en los cuales quiso tratar a adversarios y grupos sociales insumisos con la punta de su lengua viperina, hoy se envuelve en la bandera de género -imitando a Santiago Creel- para demandar el trato respetuoso que nunca otorgó, a excepción de ciertos líderes y organizaciones del crimen organizado.

Este comportamiento casi humildito del presidente totalmente Palacio Nacional a nadie convence y mucho menos conmueve, pues en ningún momento asumió el compromiso de dejar de hablar mal de los otros, pues no está en su naturaleza belicosa.

Hacerse el ofendido, le posibilita seguir con sus ofensas y descalificaciones, en especial contra los integrantes del bloque opositor y, de esa firma, evitar hablar de los más recientes y cercanos casos de corrupción de colaboradores muy próximos, que dan fe de la multiplicación milagrosa de contratos leoninos en el cuatroteísmo.

La queja presidencial por las manifestaciones de la oposición dirigidas a su persona, es síntoma inequívoco de estar perdiendo el control y la quiere usar como escudo ante la muy probable aparición de nuevos escándalos de corrupción.

Recientes informaciones hechas públicas sobre negocios poco claros de la segunda de a bordo del SAT, hermana del ex titular de Gobernación y esposa del gobernador chiapaneco, así cómo de la hoy responsable de la política interior, indican que no son los únicos.

El reclamo del mandatario sin nombre y sin palabra -por no cumplir en tiempo y forma compromisos con la sociedad-, mostró a un ejecutivo casi desvalido, dejándose caer para que su claque le levante el ego despostillado por tantas críticas a su gobierno.

Y apenas empieza la temporada de cosecha para el ejecutivo palaciego que, durante cinco años, sembró de

escarnio y ofensas. Se llevó pesado y ya perdió el saque.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

El Frente Amplio por México tiene dos grandes vías por las cuales transitar: la de los huipiles o la de los hombres blancos. Como dice la canción: ¿Cuál de los cuatro será el mejor? / Dime paloma por cuál me voy.

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