Causa y Efecto

Leonardo Valadez Castillo

El derecho al voto de las mujeres es una victoria por sí misma, pero no basta para garantizar la igualdad, la justicia ni el bienestar de las personas, por lo que es necesario “romper para siempre con el ejercicio patriarcal del poder”, afirma la presidenta del Senado de la República, Ana Lilia Rivera Rivera.

El voto y el principio de paridad en el poder están destinados a ser el binomio que revolucionará la historia de México, señala la legisladora.

Destaca que las mujeres “gobernamos con la cabeza, el corazón y el carácter”, pero hay dos cosas que “nunca debemos olvidar: combatir en todo momento la corrupción y combatir en todo momento la discriminación, porque al poder debemos llegar todas: las de abajo, las de en medio y las de arriba, pero las de abajo tienen que ser la prioridad, porque siempre hemos sido las invisibles”.

Todo lo anterior fue expresado por Ana Lilia Rivera Rivera, durante la conmemoración de los “70 Años del voto de las mujeres en México. Del sufragio a la paridad”, que se llevó a cabo en el Complejo Cultural “Los Pinos”, el pasado 17 de octubre.

Ahí la presidenta del Senado subrayó que el voto femenino ha sido una de las grandes causas no solamente de las mexicanas, sino de las mujeres de todo el mundo.

Pero “no basta quedarnos en la exaltación de las virtudes del derecho a votar, pues por más que estemos convencidas de que aquel es una de las armas más potentes del pueblo, echar las campanas al vuelo y cruzarse de brazos sería un error que no tardaría en pasarnos la factura”.

La senadora adelantó que el 13 de noviembre vendrá a México un grupo de parlamentarios de Europa, para conocer los avances de nuestro país en materia paritaria, pues “somos un ejemplo de democracia y de ciudadanía plena de las mujeres”.

Se trata, dijo, de un momento histórico, porque las mujeres integramos paritariamente las cámaras del Poder Legislativo, ocupamos la titularidad de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Instituto Nacional Electoral, y en 2024 “por fin vamos a ocupar la Presidencia de la República”.

Sin embargo, acotó, la democracia no es un fin en sí mismo, sino un continuum que requiere de resultados palpables, porque la sombra del desencanto y la apatía yace siempre amenazante y lista para abrirle paso al autoritarismo o a la frivolidad política.

Por ello, enfatizó la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de senadores, el sueño democrático no puede quedarse en las glorificaciones del medio, por lo que es necesario asegurase de alcanzar su fin.

“Votar es una victoria por sí misma, pero no basta para garantizar la igualdad, la justicia ni el bienestar de las personas. Votar dentro de un sistema injusto excluyente u opaco nunca derribará el sistema”.

De esta manera, subrayó, “nos toca decidir qué vale la pena mantener de nuestro sistema electoral y qué requiere expandir nuestra imaginación para lograrlo políticamente”.

Ana Lilia Rivera consideró alentador, por ejemplo, que en los últimos procesos electorales las mujeres hayan votado más que los hombres y que al mismo tiempo este voto haya llevado a más mujeres a puestos de decisión.

Pero “nos quedan aún las batallas más duras por alcanzar”: la paridad en el sector privado; consolidar un sistema de cuidados que las libere de pesos, pero sobre todo de culpas; así como conseguir la igualdad salarial para todos los campos.

Y, sobre todo, el enorme desafío de erradicar todos los tipos de violencia contra las mujeres, contra las más pobres: las indígenas, las transexuales, las campesinas, las marginadas y las reiteradamente excluidas.

“No hay marcha atrás, el derecho del voto de las mujeres y el enraizamiento del principio de paridad en el poder está destinado a ser el binomio que revolucionará la historia de México”, expresó.

Boomerang.- Hoy, los verdaderos protagonistas son los integrantes y trabajadores del Poder Judicial de la Federación, quienes defienden sus legítimos derechos. Están muy distantes de los privilegios que ostentan los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No es justo que paguen justos por pecadores: Palabras del senador Alejandro Rojas Díaz Duran.

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