Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y Director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas.

Un alto grado de escolaridad no incide de manera determinante en la movilidad social de México. Sin embargo, el único camino probado de desarrollo personal y social es la educación.

Este es el panorama de la polarización.

Por un lado, a pesar de que 70.6% de las nuevas generaciones cree que tienen un logro educativo mayor al de sus padres, 48.7% de ellos piensa que sus logros patrimoniales respecto a los de sus progenitores son similares o menores.

Al mismo tiempo, sólo 40% opina que logró supercar el nivel de ingresos y estilo de vida de sus padres y el 8.4% no intenta generar un patrimonio, según la Encuesta Nacional de Bienestar del INEGI.

En cuanto a los logros laborales, el 54.2% piensa que rebasa los de sus padres y 42% que son similares o menores.

En el extremo opuesto del desencanto está la convicción de ampliar la educación a todos los niveles como una apuesta al bienestar del país y al Desarrollo de la población.

Entonces, la formación de cuadros con una sólida y pertinente preparación científica, tecnológica y en humanidades, es fundamental para impulsar el desarrollo social, político, económico y cultural del país. Para ello, México cuenta con una amplia oferta de posgrados impartidos por Instituciones de Educación Superior públicas y privadas.

La oferta de posgrados en el sector privado creció de manera sustantiva debido a la existencia de una demanda insatisfecha que no encontraba espacio en las instituciones públicas; así como a la falta de regulación por parte del Estado. Ello facilitó la proliferación de programas impartidos por instituciones de diversa naturaleza, muchas de las cuales no cumplían con estándares mínimos de calidad académica.

A pesar de lo anterior, un número importante de instituciones privadas entiende que su misión es contribuir a la formación de profesionales de alto nivel, capaces de enfrentar los principales problemas de nuestro país y contribuir responsablemente a superarlos. De esta manera, han diseñado programas de posgrado de alta calidad y con pertinencia social, que son evaluados y acreditados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Además, estas universidades reconocen la importancia de la investigación, lo que les permite vincular a sus investigadores, y el proceso de generación de conocimiento que impulsan, con la docencia. Una buena parte de los académicos de las universidades privadas son reconocidos por Conacyt como integrantes del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

Los posgrados de estas instituciones educativas priorizan la formación del pensamiento crítico y propositivo, así como el involucramiento de los estudiantes en procesos de investigación que se caracterizan por generar conocimiento, aportar a una mejor comprensión de nuestra realidad y generar propuestas para atender y resolver las más acuciantes desigualdades e injusticias.

El aporte de los posgrados de calidad al desarrollo nacional, así como a la comprensión y solución de nuestros retos y problemas es innegable.