Por Teófilo Benítez Granados, Rector del Centro de Estudios en Ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC)

Las economías se ajustan a las tecnologías transformadoras. Esto desde los molinos de viento, las máquinas de vapor y la electricidad hasta las computadoras e Internet. Ahora lo vemos con la Inteligencia Artificial (IA).

Al examinar dos períodos específicos de grandes cambios tecnológicos, la revolución manufacturera de principios del siglo XX y la transición a las computadoras e Internet a finales del siglo XX, se encuentra una marcada diferencia en cómo se desarrollaron en la fuerza laboral. Sus hallazgos pueden decirnos qué tan pronunciados serán los cambios de la IA.

Durante la revolución manufacturera se aprovecharon las habilidades existentes, de la agricultura y el trabajo manual, que eran fácilmente transferibles a las fábricas, lo que provocó una transición rápida sin aumentar la desigualdad.

Tanto los trabajadores mayores como los más jóvenes contribuyeron de manera similar a la nueva economía manufacturera. El salario relativo en los nuevos empleos manufactureros aumentó menos, lo que significa menos desigualdad financiera sobre la base de conjuntos de habilidades específicas. Los amplios beneficios económicos aparecieron con relativa rapidez.

Cuando una tecnología llega y puede ser utilizada por cualquiera, se adoptará rápidamente, tendrá grandes efectos agregados rápidamente, efectos positivos en general y muy pocos efectos de desigualdad o desplazamiento, simplemente porque todos tenemos las habilidades para usarla. Ahora, las tecnologías de adopción lenta también pueden tener grandes efectos agregados, pero se retrasan.

Los ajustes a las innovaciones en las tecnologías de la información y las comunicaciones, por otro lado, fueron más lentos y desiguales, lo que ralentizó drásticamente la transición. Esa revolución creó puestos de trabajo que requerían más habilidades cognitivas y educación superior, lo que requirió la formación de toda una nueva generación de trabajadores y benefició desproporcionadamente a los más jóvenes.

Cuanto más lenta sea la transición del mercado laboral a una nueva tecnología, como en el caso de las TIC, mayores serán los beneficios para las personas en el futuro. Los más perjudicados serán los trabajadores de hoy en día, que pueden verse desplazados porque no pueden redistribuir sus habilidades de manera efectiva para participar en los sectores que se expanden como resultado de las nuevas tecnologías.

Lo que se plantea ahora es si es más probable que la IA complemente las habilidades que ya existen ampliamente, haciendo que muchos trabajadores sean más eficientes, o que aproveche las habilidades de solo una pequeña parte de la fuerza laboral. Los investigadores creen que es demasiado pronto para saberlo.

Lo que está claro es que si el mercado laboral finalmente se ajusta a la IA como lo hizo con la revolución manufacturera, será una transición mucho más rápida. Pero si se ajusta como lo hizo a la revolución de las TIC, la transición será más lenta, incluso cuando se acelere la difusión de la tecnología.