Fuera de las posiciones de la Liga de Campeones antes del inicio del partido, con el beneficio que espera extraer del duelo entre el Liverpool y el Manchester City de este domingo, el Arsenal fulminó al West Ham en 36 minutos, con una media hora imparable que lo disparó hasta el 0-4 en el marcador, lanzado por el fútbol de Martin Odegaard o Bukayo Saka, por una pegada incontestable y una posesión apabullante.

Le bastó con ese ejercicio de autoridad. Había ganado tan solo uno de sus últimos cinco choques en la ‘Premier’, se había distanciado hasta nueve puntos de la cima de la tabla, había sufrido las dudas de esa secuencia de marcadores, pero su reacción es un hecho evidente, tal y como solucionó su visita al estadio de Londres de este sábado. A la vez, ganó como visitante después de cuatro salidas consecutivas sin éxito.

Los primeros 36 minutos fueron una lección. Del Arsenal al West Ham. De Mikel Arteta a Julen Lopetegui. Un ejercicio aplastante de los ‘Gunners’. Por insistencia, por ambición y por pegada, pero también por cualquier cualidad que comprende el fútbol. El resultado era un 0-4 concluyente, tanto como la superioridad visitante entonces sobre el bloque local.

El 0-1 fue de estrategia. Tan fundamental en el fútbol moderno, el Arsenal es innovación, precisión y acierto en esa destreza. Una acción extraña. Todos los jugadores del equipo de Arteta se reunieron más allá del segundo palo, entre alguna conversación entre sí, hasta la vorágine del movimiento. Todos hacia el primer palo. También Gabriel Magalhaes, indetectable para sus marcadores, hasta que conectó solo el cabezazo a centro de Saka.

Tan fácil a simple vista y tan complejo siempre, con tanto trabajo detrás como tiene el Arsenal, que devoró al West Ham. Cierto que hubo un gol bien anulado por fuera de juego a Michail Antonio entre medias, tanto como que Odegaard, Saka y compañía ejemplificaron un dominio absoluto, reflejado con un golazo, compuesto de forma espléndida por un pase por encima de la defensa del noruego, una cesión de Saka y la culminación de Trossard.

Una combinación perfecta, allá por el minuto 27, a la que dio continuidad con dos golpes más. El primero, en el 34, con un penalti cometido por Lucas Paquetá sobre Saka y transformado por Odegaard en el 0-3. El segundo, el 0-4, en el 36, anotado por Kai Havertz. Por entonces, el West Ham ni siquiera había intentado tirar a portería. Nada de nada.

Es llamativo la velocidad y la forma de su reacción, aunque finalmente quedó en nada por el 2-5 de Saka, también de penalti, por un golpetazo que le propinó el portero Fabianski a Gabriel Magalhaes al borde del descanso. El central fue cambiado al descanso por el traumatismo sufrido en la cabeza en esa acción.

Antes, entre el 0-4 y el 2-5, el bloque local fue un equipo completamente distinto, tan necesitado que no reparó en toda la actitud defensiva, quizá excesiva, que demostró todo el rato anterior. Y, de repente, logró dos goles seguidos.

Apenas dos minutos después del 0-4, Wan-Bissaka aprovechó un pase magistral de Carlos Soler, titular dos encuentros seguidos en el esquema local por primera vez desde que cambió París por Londres, para marcar el 1-4. Minuto 38. Dos después, en el 40, Emerson lanzó una magnífica falta directa para el 2-4. Y hasta ahí. El 2-5 antes del descanso sofocó la rebelión que había formado el West Ham en unos instantes y devolvió la calma al Arsenal.