Por Analletzin Díaz Alcalá, Directora de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García.

María es una mujer indígena, originaria de Checute, un poblado con menos de mil habitantes y perteneciente al municipio de Motozintla, Chiapas. Llegó a la Ciudad de México con su hija Ingrid de 6 años luego de caminar por varios días las montañas cuando decidió dejar a su esposo. Un acto de fe.

No sabe hasta la fecha cuantos días pasaron porque perdió el hilo del tiempo. Se dedicó a proteger a Ingrid y a huir de los golpes que le propinaba Manuel cada que se emborrachaba con el mezcal que sus tíos preparaban.  Este año ella cumplió 30 e Ingrid 18, casi la misma edad que tenía María cuando dejó a su marido.

A María la casaron a los 12 años con Manuel que tenía casi 40 por el compromiso entre familias. A los dos meses de casada quedó embarazada de Ingrid y al nacer volvió a embarazarse, pero tuvo un aborto donde le perforaron la matriz y no pudo tener más hijos. A su esposo esto le provocaba enojo y lo tomaba como pretexto para humillarla, golpearla e incluso tener otra pareja con tres hijos menores que Ingrid.

Ese viernes esperó a que Manuel se quedara dormido luego de haber abusado sexualmente de ella. Lo que más le caló hasta los huesos y  fuerza para tomar la decisión de irse fue que obligó a su hija a que estuviera presente para que “aprendiera cómo se complace a un hombre”.

El llanto de Ingrid y sus ojos de miedo detonaron el pensamiento de María para escapar de ese infierno. Así que no lo dudó, sabía que él no despertaría hasta la madrugada por lo fuerte de su hedor a alcohol, como lo hacía constantemente. Iban a dar casi las 7:00 de la noche, ya estaba oscuro y no habría gente en la calle.

Se puso su suéter rojo, le puso un suéter con gorro a Ingrid y tomó el dinero de las bolsas del pantalón de su marido y el que guardaba en el cajón. Buscó una cobija de la niña, su rebozo y unas bolsas de plástico para echar queso, pan y la Pepsi de litro. Atravesaría por la sierra, por las montañas, su destino era llegar a Motozintla y de ahí tomar un camión para irse a la capital.

Ella ríe cuando dice que “le robó al Manuel” casi cinco mil pesos, que los guardaba para componer la camioneta sin frenos con la que se transportaba al campo a trabajar. Con ese dinero y su niña, corrió hasta perderse en las heladas veredas de las montañas.

Era tanto su miedo que caminó toda la noche sin dormir. Lo único que pensaba era en alejarse más y más de su pueblo. Ni la helada en el cuerpo sentía y en el rebozo colgó a Ingrid. La aguantó en la espalda hasta que vio la luz del día.

Sin más que árboles y silencio, Ingrid le pidió hacer pipí. En ese momento paró y ahí verdaderamente sintió temor, angustia y cansancio. Se miró sola con su niña de apenas seis años, perdida en la nada.

La fuerza y valor de madre la hicieron no arrepentirse de lo que había hecho. Al contrario, se sentía completamente libre y feliz con el único propósito presente hasta hoy, que Ingrid no sufra nada de lo que ella vivió. Estaba segura de que al regresar no sólo la iba a golpear Su hija tendría el mismo destino de ella: sería obligada a casarse con un hombre mayor y ser víctima de abusos y maltrato.

Nunca se dio cuenta que sus huaraches tenían hoyos en la suela y que le causaron ámpulas en los pies y que la niña nunca se quejó de caminar. Cuando caía la noche, a oscuras, se acurrucaban con el rebozo y se dormían. Jamás pensó en víboras o animales y perdió el miedo.

La historia de María es una más de tantas madres que hacen todo por sobrevivir y evitar que los hijos o hijas vivan malas experiencias. Esta historia es de una mujer que ahora motiva a otras mujeres a no tener miedo de nada y a buscar en Dios y especialmente en la virgen de Guadalupe, la fe y esperanza para no ser víctimas de abusos sexuales ni agresiones físicas por parte de las parejas.

Esos fueron los días que María no quiere olvidar, al contrario, los recuerda con orgullo y cada año, el 12 de diciembre acude con Ingrid a la Basílica para darle gracias a virgen, porque ella está convencida que fue gracias a la Guadalupana que sobrevivió porque en todo momento se encomendó a ella para que las cuidara y les ayudara a llegar a la capital.

Un dogma en la religión católica es la aparición de la virgen de Guadalupe; sincretismo mexicano que brinda al menos la esperanza y la fe en un mundo vertiginoso y que millones de fervientes cristianos se reúnen cada año para celebrar su aparición en el cerro del Tepeyac.

La fe va más allá de las religiones y creencias. Los actos de fe dependen de cada ser y deben respetarse al estar o no de acuerdo con ellos.