PULSO

Eduardo Meraz

Vía la devolución de impuestos, a través de los programas sociales del cuatroteísmo, los mexicanos estamos como Pemex: nos inyectan dinero, pero apenas nos alcanza para pagar todos los servicios, malos servicios, ofrecidos por el gobierno, lo cual es una forma “disimulada” de privatizarlos.

El caso más notorio se presenta en el terreno de la salud, donde hemos sido testigos y partícipes de la proliferación de farmacias y consultorios populares ante el evidente deterioro del sistema público, por más promesas de un modelo mejor al de Dinamarca el cual, conforme se conocen sus presupuestos y métodos de atención, se encuentra a años luz de siquiera acercársele.

Las medidas correctivas aplicadas por la gestión cuatroteísta desde el principio, se han traducido en una menor proporción, en relación con el Producto Interno Bruto (PIB), del presupuesto asignado, disminuyendo año con año.

Claro, `para el presidente totalmente Palacio Nacional los ahorros por 40 mil millones de pesos en la adquisición de medicamentos e insumos del año pasado y los subejercicios del gasto en salud desde el inicio de su mandato son para vanagloriarse, sin importar el continuo deterioro de instalaciones y servicios.

Este menor gasto en la salud de los mexicanos se ha traducido en un exceso de fallecimientos como nunca en prácticamente un siglo. Tan sólo en la pandemia del coronavirus, murieron 750 mil mexicanos, cuando la estimación oficial catastrófica era 12 veces inferior.

Frente a esa infausta experiencia, muchos mexicanos prefieren acudir a consultorios adjuntos a farmacias, a fin de tener una atención expedita, sin burocratismos o tener que mendingar atención como ocurre en el esquema hospitalario del sector público.

Esto ocurre en lo que se conoce como primer nivel, donde los enfermos deben esperar largas horas para ser atendidos y es casi un milagro conseguir las medicinas de inmediato, pues existen millones de recetas sin surtir, no obstante que muchos de los solicitantes son derechohabientes; es decir, pagan por un servicio inexistente o de muy mala calidad.

A ello, se debe añadir las exigencias burocráticas, obligando a los pacientes a desmañanarse para sacar ficha de atención, o esperar días y semanas para tener a su disposición los medicamentos para remediar sus males.

Y ello sin tener en cuenta las condiciones ruinosas de los nosocomios públicos, de los cuales se han difundido imágenes en donde se observan las penurias de los pacientes e incluso decesos del pueblo bueno y sabio, mientras la alta burocracia cuatroteísta acude a los hospitales privados más prestigiados y caros.

Debido a ese clima de injusticia y discriminación prevaleciente en el sistema de salud del cuatroteísmo, que también dejó morir su esquema de bienestar, la rama económica privada ha tenido un crecimiento relevante en los años recientes, al convertirse en beneficiario indirecto de los programas sociales, pues a sus cajas registradoras llegan los impuestos devueltos a millones de ciudadanos, en especial los de la tercera edad.

Petróleos Mexicanos también es una empresa adulta mayor que absorbe miles de millones de pesos, inclusive más que los mayores de 65 años, y su salud financiera es crítica: debe fuertes cantidades a sus proveedores, sufre constantes accidentes y la familia -sindicato, directivos y algunos empresarios- se queda con buena parte de la pensión.

Tanto Pemex como un buen número de mexicanos dependen de esta devolución de impuestos, aunque la calidad de vida sea deplorable.

He dicho.

 

EFECTO DOMINÓ

Haber aceptado el adelantamiento de las precampañas, resta seriedad a la labor reguladora del Instituto Nacional Electoral y ensancha los límites jurídicos, dando opción a los partidos de buscar formas de evadir las normas y propiciar una elección desaseada.

 

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