Tulum, querido paraíso de historia y diversidad, una joya a la que hemos llegado de todas las nacionalidades y rincones de México en busca de prosperidad, está una vez más en el ojo de la tormenta. Y la turbulencia no viene de los vientos del Caribe, sino de los viejos piratas de la política que, en su afán de sacar provecho, están dispuestos a hundir nuestro barco de esperanza.

Hablemos de Diego Castañón, el presidente municipal suplente, que ha sido vilipendiado como traidor y manipulable. Pero ¿quién lanza estos dardos envenenados? ¿Son los héroes que buscan rescatar Tulum? Lamentablemente, no. Son las voces de aquellos que ven en Tulum no una tierra de oportunidades y crecimiento, sino un botín para saquear, un territorio donde se puede mamar de la ubre presupuestal sin que nadie les diga nada.

Podríamos recordar las palabras del filósofo griego Platón: «La medida de un hombre es lo que hace con el poder». En su corto tiempo en el poder, Diego ha demostrado una visión progresista. Se ha comprometido a continuar el legado de su amigo Marciano Dzul, pese a la oposición y el escrutinio constante de aquellos que ven en su ascenso una amenaza para sus intereses arraigados.

Diego hace su mejor esfuerzo, en un campo minado de ego y avaricia comete errores, como todos, pero su inexperiencia no debe ser vista como una debilidad, sino como un indicador de que es un hombre no corrompido por las viejas prácticas de los políticos de siempre. Es un hombre que se puede educar, formar, para ser el líder que Tulum necesita.

Los viejos capitanes del naufragio político, los que ven a Tulum como su feudo personal, se han unido para luchar contra él. Se han unificado, sí, pero no en pro de un Tulum mejor, sino para proteger sus intereses, para evitar que su ubre se seque.

Aquellos que le han cantado la sentencia a Diego son los que deberían estar mirando por encima del hombro. Son ellos quienes han hundido a Tulum durante años, quienes no ven el potencial de esta tierra y de su gente, sino sólo su propio beneficio.

Es hora de que Tulum despierte, de que reconozcamos a nuestros verdaderos enemigos. No son aquellos que buscan cambiar el status quo, sino aquellos que lo perpetúan para seguir alimentándose a expensas del pueblo.

Tulum necesita nuevos actores políticos. Quienes hoy se oponen a Diego no son la opción; son parte del problema. Diego es nuestro presente y, con nuestra ayuda, puede ser nuestro futuro. No permitamos que los falsos libertadores apaguen la luz de nuestra esperanza.