PULSO

Eduardo Meraz

Por encima de las instituciones, algunas de su agrado y otras no, al presidente totalmente Palacio Nacional le encanta andar toqueteándolas a todas, pues sus impulsos lo han conducido al callejón sin salida, donde padeció -dice- injusticias y por eso, ahora, lleva a cabo su revancha donde nada permanecerá intocado.

Valiéndole sombrilla la opinión de los demás -aun cuando casi a diario en su teatro en atril mañanero hace referencia a noticias cuestionando su desempeño-, ha hecho de la metida de mano a entidades, órganos y leyes su deporte favorito, lo cual ha dado origen a una gestión gubernamental mediocre.

Y es precisamente en el terreno electoral, donde ha topado con una vestimenta legal compleja, ante la cual muestra su enojo, pues por más requiebros que intenta, las autoridades en este campo no han cedido al cortejo, si bien le han hecho guiños y evitar un rompimiento casi total.

El ropaje legal con el cual se visten y protegen el INE, el Tribunal Electoral y la Suprema Corte, apenas si le ha permitido al mandatario sin palabra y sin nombre tener un acercamiento para reconocer la belleza y entereza de la autonomía, que reta su egolatría de conquistador.

Dejar al Instituto de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales sin poder operar, podría ser el derrotero para seguir por el oficialismo. El mundo ideal, antes de satisfacer sus deseos de toquetear y quitarle sus virtudes a las instituciones que, hasta hoy, no ceden a los encantos del líder del cuatroteísmo.

Ante tal resistencia, el ejecutivo federal está dispuesto a jugarse el todo por el todo y en un arranque de sinceridad, advirtió que “el INE sí se toca”, aunque en realidad englobaba al Tribunal Electoral y a la Corte, donde si bien tiene chaperones dentro, nomás no dan resultados, en eso de doblegar voluntades.

Así pasó con su plan B de reforma electoral, que este jueves -22 de junio- la Suprema Corte de Justicia de la Nación desechó por completo, todo porque el legislativo hizo las cosas a la manera como le gustan el ejecutivo: pasando por encima de las normas y los procedimientos.

Haber impedido este toqueteo presidencial no es una victoria definitiva, pues dable esperar los estertores finales del mandatario palaciego. Es indudable la aparición de berrinches y arrebatos, acompañados del reforzamiento y multiplicación de medidas turbias para lograr sus insanos propósitos.

En sus afanes de desgarrar el manto autónomo de esas tres instituciones de Estado, al amparo de su apotegma: “no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”, utiliza a sus corcholatas como señuelos, obligándolas a actuar fuera del marco legal, retando a la autoridad, en busca de una sanción ejemplar y tener pretextos para aplicar un “golpe de Estado técnico”.

Esa actitud golpista se encamina a obtener, en 2024, la mayoría calificada en el Congreso y, antes de irse a su rancho, hacer cambios a la Constitución, a fin de debilitar la voluntad republicana y tener el control sobre el poder judicial y los organismos autónomos.

Si las instituciones no son mías por las buenas, lo serán por las malas, debe estar cavilando el presi innombrable. De ahí las continuas reuniones con gobernadores morenistas y su gabinete para avanzar en su proyecto toqueteador sobre la base de dos premisas: cueste lo que cueste y haiga sido como haiga sido.

Ese es el plan C.

He dicho.

 

EFECTO DOMINÓ

Ahorrarse 40 mil millones de pesos en la compra de medicinas, según el presidente sin nombre y sin palabra, es una buena suma. Lo importante es saber ¿a dónde fue a parar ese dinero, que es apenas una cuarta parte de lo que costó el no funcionamiento del Insabi?

 

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