Es imposible reinventar el fútbol sin haber marcado goles históricos o haber realizado acciones excepcionales: estas cuatro jugadas fueron las que convirtieron al genio Pelé en un mito.

– 1958: ¿Pero quién es este chico?

Esa fue exactamente la pregunta que se hizo el mundo, aquel 29 de junio, al presenciar al joven prodigio Edson Arantes do Nascimento en la final del Mundial ante Suecia.

Corría el minuto 55 cuando Nilton Santos lanzó un centro al número 10, que se encontraba dentro del área. El delantero brasileño se elevó para controlar el balón con el pecho, tiró un sombrero para superar a un defensa y remató de volea al interior del arco sueco.

Tres toques de balón, de una precisión y una plasticidad exquisitas, que lo pusieron en el mapa al ser el más joven en marcar un tanto en una final de un Mundial con solo 17 años. Pero, ¿quién es ese adolescente? Pelé. Así es como lo llaman en Brasil. Ahora todo el mundo lo sabe.

– 1959: El más bello de todos

«El gol más bello en el Maracaná lo marqué en 1961: driblé a ocho jugadores del Fluminense e incluso me pusieron una placa en el estadio», dijo Pelé en un documental sobre la historia del fútbol brasileño, lamentando que «el video del partido se borró».

Pero en su autobiografía, ‘O Rei’ asegura que «el gol más bonito» lo anotó dos años antes, también con el Santos, contra el rival paulista de Juventus. En ese caso tampoco existe un video que lo atestigüe pero gracias a la tecnología la acción es reconstruida en imágenes.

En ellas se ve a Pelé, quien recibe un centro desde la derecha, deja atrás a un primer defensa con un túnel con el control orientado y luego realiza tres sombreros consecutivos, el último de ellos al portero, antes de empujar el balón a las mallas con la cabeza. «Esperen, van a ver», previno Pelé a los aficionados rivales, que le habían increpado durante todo el encuentro en el estadio Rua Javari.

– 1970: «La finta Pelé»

Garrincha se había hecho famoso con sus bicicletas y Pelé se especializó en el «uno-dos» con el adversario. Contra Uruguay, en semifinales del Mundial de México, Pelé bautizó su regate: fue a recibir un pase en profundidad, engañó al arquero celeste Ladislao Mazurkiewicz con una finta sublime que le permitió quedarse con el arco vacío pero su remate final se marchó desviado por centímetros.

– 1970: un cabezazo para la eternidad

Si su gol que abrió el marcador con Italia en la final del Mundial mexicano (4-1) fuera un poema, comenzaría por este verso de Lamartine: «Oh, tiempo, suspende tu vuelo». Durante ese instante de eternidad hecho fútbol, Pelé pareció desafiar las leyes de la gravedad para inmortalizarse en el aire y catapultar el balón a las redes.

Nunca una manifestación física de un atleta en el punto álgido de su arte había tenido tanta trascendencia. En su apogeo, Pelé entra definitivamente en la leyenda, con el mundo a sus pies.