Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y Director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas

La infraestructura desempeña un papel cada vez más central en un contexto económico, político y social. Al mismo tiempo genera el desarrollo global y la ventaja competitiva de las ciudades globales.

La revolución verde y la sostenibilidad, hoy remodelan la forma en que concebimos la relación entre la infraestructura pública, colectiva y privada. También remodelan las fronteras que se delinearon durante el siglo pasado.

Al mismo tiempo, se reinventan los conceptos de «obras públicas», uso compartido e infraestructura de pago, ideas que antes estaban subdesarrollados o no existían, ya que se encontraban dentro de un perímetro indefinido.
Hoy, sin embargo, la banda ancha, 5G, cables, APPs, infraestructuras ubicuas e interacciones entre éstas y las infraestructuras físicas tradicionales, modifican radicalmente la disposición de la infraestructura para los ciudadanos particulares, los modelos de trabajo, los hogares que en algunos casos se convierten en extensiones de las oficinas y transforman el concepto de privacidad.

Los bienes de propiedad privada, como los automóviles, se mueven de la esfera individual a la colectiva con el uso compartido de automóviles. Y algún día las casas podrían verse como un bien transitorio. Tanto las finanzas como los fondos son cada vez más receptiva a este cambio, así como los recursos destinados a infraestructura urbana.

Ahora los nuevos consumos energéticos, concentración de la población, nuevas compatibilidades urbanas y ciudades inteligentes bien diseñadas, serán posible gracias a estas nuevas formas de infraestructura.

En los próximos años, las políticas presupuestarias de muchos países deberán conciliar la consolidación presupuestaria con las iniciativas para que sus sistemas de producción impulsen la recuperación económica. Por esta razón, los recursos tendrán que ser reasignados a las industrias con el mayor potencial de expansión económica.

Por lo pronto, la infraestructura presenta grandes rezagos. La encuesta de Ipsos, realizada en 2021, involucró a 19,000 encuestados adultos de 28 países.

A nivel global, según los entrevistados, las áreas de inversión prioritarias en infraestructura son el suministro de agua y alcantarillado (42% de los encuestados), la infraestructura de energía solar (39%), las defensas contra inundaciones (36%) y las nuevas viviendas (34%).

El porcentaje de ciudadanos de todo el mundo que están satisfechos con la infraestructura en sus países es del 39%, cuatro puntos inferior a la de 2020. Los italianos son los más insatisfechos de todos, y en el otro extremo del espectro, los chinos, saudíes y holandeses reportan los niveles más altos de satisfacción con 77%, 75% y 74% respectivamente.

Existe un consenso general sobre la idea de que invertir en infraestructura creará nuevos empleos y relanzará la economía: los más convencidos de esta idea son los sudafricanos, peruanos y chinos (90%, 88% y 87% respectivamente), mientras que los menos seguros son los japoneses (51%) y los surcoreanos (56%).

En consonancia con años anteriores, los encuestados mostraron una clara preferencia por mantener y reparar la infraestructura existente con 55% a nivel mundial, en lugar de gastar en nuevos proyectos (20%). Los entrevistados en general también se mostraron abiertos a la idea de inversiones del sector privado en infraestructura, con un 63% favorable.

Con tales datos, convendría ver qué ocurre en México.